martes, 17 de febrero de 2009

LOS AZTECAS EN EL MERCADO DE TLATELOLCO.




El Mercado de Tlatelolco. Diego Rivera (1942)



Palacio Nacional de Ciudad de México.

En la época en la que los españoles, capitaneados por Hernán Cortés, comenzaron la conquista, en 1519, el gran mercado de Tlatelolco atraía a unas 60.000 personas diarias. Las mercancías llegaban a manos aztecas gracias a los acuerdos sobre tributos establecidos con los territorios conquistados. Muchas de esas mercancías se exportaban a otras zonas del imperio azteca y a América Central.

"Tiene esta ciudad muchas plazas donde hay continuo mercado y trato de comprar y vender. Tiene otra plaza tan grande como dos veces la ciudad de Salamanca, todavía cercada de portales alrededor; donde hay cotidianamente arriba de sesenta mil animas comprando y vendiendo... " (Hernán Cortés)

En Tlatelolco, el mercado era una plaza rodeada de portales, mercado que pasó a ser el de más importancia en la gran Tenochtitlán. Cada clase de mercancía se vendía en un lugar determinado; se comerciaba con oro, plata, plumas finas, cuentas y espejos de obsidiana, mantas de algodón, huaraches, cuchillos, joyas, muebles, animales, esteras, pieles, bateas, armas, legumbres, maíz, etc., etc.. En la gran aglomeración de gentes los días de plaza, se hacían notorias las diferentes castas sociales que eran cuatro: sacerdotes, guerreros, mercaderes y macehuales. Las dos primeras clases eran las más poderosas. El Rey era también sumo sacerdote. Los aztecas no tenían moneda; usaban en su lugar granos de cacao, hachuelas de cobre, tejuelas de oro y canutos de plumas de ave llenos de polvo de oro...Y, toda esta idea, este concepto, es lo que recoge el brillante maestro mexicano, Diego Rivera, en su obra titulada El Mercado de Tlatelolco. Se trata de un mural que pintó en el año 1942, y que se encuentra en el Palacio Nacional de la Ciudad de México. En él, el artista realiza un completo estudio sociológico-pictórico de la civilización azteca. Llama la atención la gran precisión que alcanza en los trazos de los perfiles de las figuras, los detalles de las joyas, el contraste de colorido, con el blanco de Moctezuma I, en el eje central del mural, dando una especial luminosidad a la escena y dominando, en general, toda la obra...Cada cosa en su lugar...orden y organización en una compleja maraña, a priori, desordenada y desorganizada. Me encanta este mural...ojalá lo pueda ver algún día en directo...con mi pescador de ilusiones...

Mariposita