domingo, 18 de enero de 2009

EL REY CARLOS II DE ESPAÑA, EL HECHIZADO.

Cuando el joven Rey tenía veinte años, su figura y deplorable estado llegarían a impresionar al Nuncio del Papa:
"El rey es más bien bajo que alto, no mal formado, feo de rostro; tiene el cuello largo, la cara larga y como encorvada hacia arriba; el labio inferior típico de los Austria; ojos no muy grandes, de color azul turquesa y cutis fino y delicado. El cabello es rubio y largo, y lo lleva peinado para atrás, de modo que las orejas quedan al descubierto. No puede enderezar su cuerpo sino cuando camina, a menos de arrimarse a una pared, una mesa u otra cosa. Su cuerpo es tan débil como su mente. De vez en cuando da señales de inteligencia, de memoria y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo común tiene un aspecto lento e indiferente, torpe e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede hacer con él lo que se desee, pues carece de voluntad propia."
El célebre asunto del hechizamiento del rey, fue uno de los más tristes y patéticos de la historia de la monarquía española, el cual fue orquestado por el cardenal Portocarrero, antiguo virrey de Sicilia, arzobispo de Toledo y consejero de estado de Carlos II. Desde el inicio de su reinado corrían por la corte rumores sobre un encantamiento del rey. La falta de descendencia tras dos matrimonios, sus padecimientos físicos y depresiones, hicieron que el propio Carlos terminará por creerse que estaba poseído por espíritus malignos, que le impedían tener hijos. En 1698 el asunto superó los muros palaciegos y se hizo de dominio público. El rey estaba dispuesto a prestar oídos a los consejos más absurdos sobre lo que debía hacer en el lecho, y fuera de él, para concebir. Uno de los más macabros fue el de celebrar una ceremonia, frente a los despojos de todos sus antepasados (aprovechando que estaban siendo trasladados al Escorial), para invocarlos y que le ayudaran a espantar a los demonios que tantas desgracias estaban trayendo al Reino. Increíblemente, la macabra ceremonia se celebró, aunque, por supuesto, no dio ningún resultado. Sólo sirvió para que el rey enfermara, ante el disgusto que le produjo ver el cuerpo de su primera esposa, que llevaba nueve años muerta. El confesor real, fray Froilán Díaz y el inquisidor Rocaberti, pertenecientes ambos al bando francés, llamaron a un famoso exorcista asturiano, fray Antonio Álvarez Argüelles, para que preguntara al demonio si el Rey estaba verdaderamente hechizado. Al parecer, Lucifer contestó que sí, y que los culpables eran la reina madre y algunos políticos afines a ella, partidarios -por supuesto- del bando austriaco; también les dijo que se había formulado el conjuro sobre el Rey, cuando éste tenía 14 años. El exorcista determinó que, como remedio, el rey tomase diariamente en ayunas un cuartillo de aceite bendecido. El rey se sometió dócilmente a tal prescripción, que debió ser un factor determinante en su rápido deterioro físico. El partido austriaco, que quedaba en bastante mala posición, se inquietó y desde Viena enviaron al capuchino, fray Mauro de Tenda, para que a su vez interrogara a los demonios que, esta vez, naturalmente, hablaban francés. El hechizamiento del rey supuso un escándalo en la corte española, que además se convirtió en el hazmerreír de toda Europa. Finalmente la reina Mariana de Neoburgo, que no salía bien parada en las manifestaciones de los demonios, decidió poner fin a tanta superchería y mandó encarcelar al confesor real y a Tenda, uno por cada bando, que tuvieron que afrontar un proceso inquisitorial.
Fuente: WiKipedia
Mariposita

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